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Alburquerque vuelve a ser tierra de buenos viñedos

Para hablar de la historia del vino en Alburquerque habría que remontarse a la época romana, cuando se construyeron numerosas lagaretas donde se pisaba la uva, muchas de las cuales aún existe en fincas de nuestra villa. Incluso podemos referir cómo, en el siglo XIV, Don Alonso Sánchez, hijo del rey Don Dionis de Portugal y señor de Alburquerque, consiguió del Rey franquicia para todos los que vinieran aquí a avecindarse, dándoles tierras para plantíos de viñas y olivares. O más cerca en el tiempo, allá por el siglo XVIII, cuando, según una publicación que obra en los archivos de AZAGALA y que data de abril de 1791, en el término de Alburquerque se criaban “doce mil fanegas de trigo, veinticuatro mil de centeno, cuatro mil de aceite y veinte mil de vino”. Para entendernos y centrándonos en lo que nos interesa, en aquel año, a finales del siglo XVIII, había 1.280 hectáreas de viñedo en Alburquerque. El texto citado refiere que, de toda la producción de uva, unos 96.000 litros se consumían en el pueblo, y el resto salía con destino a “Villar del Rey, La Roca, El Zángano y Arroyo del Puerco”.

Pero no es nuestro objetivo irnos tan lejos, sino hablar de la riqueza vitivinícola de nuestra villa a principios del siglo XX, cuando el número de hectáreas dedicadas al viñedo era enorme en la zona conocida como “la zafra”, de manera que las cepas eran el cultivo por excelencia junto al cereal.

En los años 40, 50 y 60, del siglo pasado, la mayoría de propietarios de fincas tenían su producción de vino, algunos para consumo familiar y otros para venderlo. Aquel vino era excelente y su recuperación, “resucitando” aquellas cepas nobles y recias, es lo que está haciendo José Rivero Sudón, propietario de la bodega Encina Blanca de Alburquerque.

Pero, como decimos, hasta los años 60, e incluso a principios de los 70, había unos vinos muy buenos y muchos productores, como Fernando Manzano, José Cabrera, Manuel Gordillo, o Carmen Matador, siendo esta última la que hasta época más reciente ha estado abasteciendo de vinos a bares de Alburquerque. Sin ir más lejos, Juani Flores tuvo una bodega en el alto del Arrabal Chico, cuya fachada exterior aún se conserva.

Lamentablemente, con la gran emigración de los sesenta, motivada porque no había trabajo y los jornales eran muy bajos, se fue abandonando el campo, y con él las viñas. De hecho, Apenas quedaban ya algunas plantaciones de cepas en puntos dispersos del pueblo. Hasta que llegó José Rivero, y a partir de 2007, plantó los primeros viñedos que tienen como principal característica la calidad de la uva que ofrecen. Estos los tiene en el paraje del Hito, en la carretera de Herreruela. Y el año pasado, plantó otros nuevos en la zona de El Álamo, cercana a la plaza de toros. Los viñedos están plantados sobre suelos graníticos, pobres, que proporcionan bajos rendimientos y uva pequeña pero de gran calidad, y con la orientación apropiada para conseguir la luz y temperatura adecuada que el racimo necesita para una correcta maduración fenólica y aromática.

Entre sus plantaciones se encuentra una experimental para la recuperación de variedades minoritarias adaptadas a la zona, empleada en proyectos vigentes de investigación, como aquella uva autóctona que tanto prestigio tuvo en los años 40, 50 y 60.

El caso es que Alburquerque vuelve a tener viñedos y ahora su producción es de mayor calidad y variedad, y alcanza otros mercados, que están poniendo a nuestro pueblo en el mapa vitivinícola de Extremadura. De hecho, los vinos producidos en la bodega Encina Blanca de Alburquerque no paran de cosechar premios regionales, nacionales e internacionales.

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Reportaje publicado en el número 92 de la edición impresa de AZAGALA

FOTO 1: Imagen de uno de los viñedos de la bodega Encina Blanca de Alburquerque. Archivo AZAGALA

FOTO 2: Viñedos de Encina Blanca con el castillo al fondo. Página web de la bodega.